Cucarachas sobre el mármol
Y el frio mármol blanco relucía...
Reflejando los candelabros de cristal que vertiginosamente
colgaban de majestuosos cielos blancos marmoleados,
amenazando con sus fríos ángulos agudos
caer y perforar cabezas desprevenidas
llenas de números y sueños nacidos,
de dorados vinos etruscos.
Y la gente iba y venia,
todos con sus propias historias de lujosos detalles,
ignorando a otros que como yo,
simplemente ahí servían,
al señor y su equipaje.
El olor que desprenden tus finos trajes
emulaban esencias reales,
olores quizás franceses finos
que narices altaneras prepararon
solo para esa élite majestuosa
y su descendiente linaje.
Su finos zapatos hechos de seres muertos tropicales
los llevaban de un lado a otro,
embobados en sus platicas de negocios
martinis aburridos, y miradas despectivas,
que solo observaban a otros
envueltos en ropajes de su misma alcurnia,
de sedas y algodones egipcios
que desde allá exclusivamente importasen.
Y la cucaracha se asomo...
Y corrió de un lado al otro en el hall de fina clase,
y bordeo esos zapatos que por ellos ni el piso tocasen
escapando del frio brillo
que la noche en su agosto, la superficie iluminase.
Y el hombre como yo común,
con los ojos asustados,
miro los ojos de los señores acaudalados
esperando que ellos no viesen
el extraño bicho,
y su carrera por el hall
donde sus patas no podían desplazarse.
Yo fui cómplice...
Fui cómplice de la cucaracha y su destino,
ese que murió entre sombras escondido,
escapando de ese tosco mundo y su lujo desteñido,
que no sirve de nada
ya que cuando mueres vas al mismo nido,
donde las cucarachas comen de tus restos,
y se ríen en tu oído.
Alejandro Urtubia ©
(El diablo de la poesía)
Todos los derechos reservados
y copyright a nombre de Alejandro Urtubia,
Texas, USA 2013
(21 Octubre 2013)
Y el frio mármol blanco relucía...
Reflejando los candelabros de cristal que vertiginosamente
colgaban de majestuosos cielos blancos marmoleados,
amenazando con sus fríos ángulos agudos
caer y perforar cabezas desprevenidas
llenas de números y sueños nacidos,
de dorados vinos etruscos.
Y la gente iba y venia,
todos con sus propias historias de lujosos detalles,
ignorando a otros que como yo,
simplemente ahí servían,
al señor y su equipaje.
El olor que desprenden tus finos trajes
emulaban esencias reales,
olores quizás franceses finos
que narices altaneras prepararon
solo para esa élite majestuosa
y su descendiente linaje.
Su finos zapatos hechos de seres muertos tropicales
los llevaban de un lado a otro,
embobados en sus platicas de negocios
martinis aburridos, y miradas despectivas,
que solo observaban a otros
envueltos en ropajes de su misma alcurnia,
de sedas y algodones egipcios
que desde allá exclusivamente importasen.
Y la cucaracha se asomo...
Y corrió de un lado al otro en el hall de fina clase,
y bordeo esos zapatos que por ellos ni el piso tocasen
escapando del frio brillo
que la noche en su agosto, la superficie iluminase.
Y el hombre como yo común,
con los ojos asustados,
miro los ojos de los señores acaudalados
esperando que ellos no viesen
el extraño bicho,
y su carrera por el hall
donde sus patas no podían desplazarse.
Yo fui cómplice...
Fui cómplice de la cucaracha y su destino,
ese que murió entre sombras escondido,
escapando de ese tosco mundo y su lujo desteñido,
que no sirve de nada
ya que cuando mueres vas al mismo nido,
donde las cucarachas comen de tus restos,
y se ríen en tu oído.
Alejandro Urtubia ©
(El diablo de la poesía)
Todos los derechos reservados
y copyright a nombre de Alejandro Urtubia,
Texas, USA 2013
(21 Octubre 2013)
No hay comentarios.
Publicar un comentario